Friday, November 08, 2013
Monday, November 04, 2013
A la bouche du loup
El ascensor está a oscuras; su interior se adivina angosto y quizá posea cierta forma rectangular, pero no podría asegurarlo. El reflejo tenue de un cristal cobrizo de lotos labrados, al fondo, recorta la silueta de una persona. Automáticamente inclino la cabeza a modo de saludo, aunque es muy probable que no pueda verme en absoluto. Yo lo único que alcanzo a distinguir de la misma es su estatura, y una media melena de cabellos ralos, castigados por una edad avanzada, o quizá por la acción de los elementos. El silencio es total. Más tarde, en un futuro hipotético, podría haberme cuestionado acerca de mi falta de curiosidad, o sobre esta necesidad imperiosa e injustificada de subirme a éste ascensor a oscuras y no a otro... Un momento breve condensa toda una vida salpicada de imprudencias. No acaba de cerrarse la puerta automática y unas manos marmóreas de delgadísimos dedos se abalanzan sobre mi cuello, en un movimiento seco, terroso, que venía intuyendo desde siempre, en cada callejón sin salida, cada vez que encendí la tele con los pies descalzos, en todas las siluetas insinuándose en la penumbra, al final del pasillo…
Sunday, July 31, 2011
Lo realmente interesante ocurría de día. La persistencia de la memoria aflora de madrugada, durante la noche. Las dudas morirían al alba para dejar espacio a las esperanzas. La esperanza es una entidad diurna, aterradora y voraz. La esperanza planea sobre la duda, la esperanza, al igual que las ratas y las cucarachas, sobrevive a un invierno nuclear. Los incendios forestales, las hambrunas, los crímenes del amor, las enfermedades, las guerras, son el dulce alimento de la esperanza. Como todos sabemos la duda perece bajo los rayos diurnos, bajo el fuego de la razón, por aturdimiento o imprudencia, indiferente al método con que pretendamos reducirla a cenizas, pero... matando la duda dejamos el resto de nuestro espacio interior a un ser mucho más codicioso, vil y hambriento: la esperanza, que como ya saben lo corroe todo: el amor, la salud, la deuda externa, los inviernos nucleares, las cenas de aniversario, el fondo de las vasijas, ¡todo! ¡Tengan cuidado con ella!, la esperanza es lo último que se vence.
Me gustaría aclarar algo importante: en realidad soy un ánfora o en todo caso una jarra, no una caja, Tal deformación de mi imagen persiste desde el Renacimiento verbigracia de un napolitano que acabó sus días apaleado en un burdel de Mallorca, pobre, y tampoco fui moldeada por Hefesto. En lo que se refiere a Pandora, ya ven, una pena. Enjuiciada injustamente. Saboteada. Además, si lo piensan bien, ¡Pandora evitó un desastre! Les contaré una cosa. No fui hecha ni como castigo divino ni como prueba a los humanos. Fui un regalo. Un regalo colmado de las excelencias de la vida mundana: la vejez, que algunos no alcanzarán a ver, las enfermedades (empezando po la más grave de todas: el amor incondicional), la pereza (¿qué serían sin ella dioses y mortales por igual, sino esclavos encaramados al tripalum?), la locura, que es la madre de la razón; el vicio, la pasión, la tristeza, la pobreza, el crimen... no dudo que Zeus urdiera una estratagema y pusiera esta furia optimista en el fondo de mí para que, una vez destapada, salieran al mundo, en estampida, todas las virtudes, todos los dones del Olimpo, aterrorizados por el monstruo de la esperanza.
Friday, March 18, 2011
the standing dead
Thursday, September 02, 2010
El jardín de los senderos que se autodestruyen
Era él, sin duda, pero el anima libidos brillaba ahora por su ausencia; únicamente un recuerdo áspero en sus ojos legañosos extinguidos. Un aroma acre de orina y halitosis flotando en la habitación, una caja de zapatos llena de medicamentos vencidos, pilas de diarios húmedos pudriéndose en una esquina, una mise en scéne simbólica y algo naif, una burda representación de la vejez más mezquina y solitaria.
La cogió del brazo, intentando desviar su atención de la mugre que los circundaba. Le estaba pidiendo algo, pero las palabras no salían de su boca, se extinguían en su laringe con un crujido de hojas muertas. Se estremeció al recordar su antigua compulsión por hurgar entre sus genitales y el culo, como si hubiese perdido algo allí dentro y le urgiese volver a encontrarlo, una búsqueda infructuosa que siempre parecía estar volviendo a empezar. Quería decirle algo. La presión en su brazo izquierdo se hacía cada vez más fuerte. Ahora su impotencia y el desamparo se funden en el recuerdo de su falo enorme, antaño poderoso y despiadado...
2-Despierta en una habitación que no es la suya. Ha perdido la noción del tiempo, aunque la perpendicularidad de los débiles rayos del sol cayendo sobre el ventanal le sugiere que podrían ser más de las seis de la tarde. Prefigura un patio interno y gris más allá de los cristales, varios metros más abajo. Intenta recordar como ha llegado hasta aquí, quien la ha depositado y arropado vestida en esta cama de dos plazas, cubierta por un edredón deshilachado y grasiento. Las ventanas estan cerradas, pero una suave brisa parece agitar el cortinado blanco acariciando el suelo.
Una visión temblorosa en la semipenumbra del cuarto; detrás del genero blanco hay una silueta inmóvil, de espaldas. Es un niño, o quizás sea un enano, mirando por la ventana. Transcurre un tiempo hasta que sus ojos se acostumbran a la penumbra, un tiempo silencioso e interminable. Intenta incorporarse en la cama, alelada por una jaqueca intensa localizada en la base del cráneo y sintiendo su cuerpo como apaleado bajo las mantas. El contoneo suave y arrítmico del cortinado le permite vislumbrar por una fracción de segundo la cabeza del niño, su cabello oscuro y sedoso, el cuello de su camisa de un blanco impoluto.
"¿Sábes quién soy?" Tres palabras que parecen flotar a su alrededor, munidas de una fisicidad imposible. ¿Ha sido el niño, o a lo mejor su propio eco, o una voz aflautada en su cabeza que nunca se había pronunciado antes? Los músculos de su espalda se tensan dolorosamente como cuerdas metálicas estirándose hasta el límite de su mandíbula desencajada. De nada sirve esperar una respuesta, una réplica que tuerza el sentido de esta inquisición desasosegante y antirretórica que aún flota por el aire viciado de esta habitación como un encantamiento fétido. El niño permanece inmóvil, como una estatua viviente, o una cabeza parlante, detrás del cortinado. Es en vano esperar. La voz sube el volumen y se dispersa, imitando el graznido y la urgencia de unos pájaros desbandados.
"¿Sábes quién soy?!"
Sunday, August 22, 2010
2ª nota de suicidio de la señorita Rottenmeyer
Wednesday, June 16, 2010
Je suis une pute
Saturday, February 20, 2010
novalis blue
> Subject: carpeta azul!
> From: ljasnikovski@kac.pl
> To: a_winieczka_r@hotmail.com
> Date: Sat, 12 Jan 2019 06:29:33 +0100
Querida Angelina, corto y pego la última parte de su email:
“… Decía algo así como: brumas nocturnas, soledad, la piedra luna que en tus manos encontré como ranuras donde no mirar."
Carrion sólo esperaba que mis esperanzas, lejos de abordar quimeras, levantaran su morada sobre la roca humilde, porque lo clásico es lo sano y lo romántico lo enfermo, porque lo sano siempre prevalecerá sobre el “jirón de niebla” que se ha llevado a toda una generación de nuestros mejores poetas argentinos a las catacumbas del oro blanco y las flores azules de Novalis. Yo siempre me sentiré más identificado con el bello estramonio de E. T. A. Hoffmann, en toda su dimensión extemporánea, cruel, mediocre y teatral.
En lo que a mí respecta a la situación actual y a las aportaciones del nuevo Gobierno en materia de educación, siempre me vienen a la cabeza las palabras de Deleuze al considerar que "Sade distingue dos tipos de maldad, una maldad estúpida y diseminada por el mundo, y la otra depurada, reflexiva, que, a fuerza de ser sensualizada, se ha hecho «inteligente»"; y tal vez el mecanismo que pueda sobreponerse a este paradigma de creación de sentido, en términos de impregnación nacionalista, sea el empleado en la actualidad por esos mamarrachos, agudos pero apocados, esa głupi ludzie de los "hipogrifos", ya que la activación del sujeto (y sus límites) en el mundo como torturador o como víctima resulta indiferente, siempre y cuando se haga legalmente: lex loci contractus.
Por favor, intente volver al piso de Carrion y encuentre la carpeta azul de maman. Por cierto, he decidido hacer una visita a Víctor Bonate, espero que no le importe.
Un cordial saludo,
Leopoldo Jasnikovski
Kalmykian Airlines Consulting
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tel 583 40 02 24 / 583 40 02 25
ljaśnikovski@kac.pl
Monday, February 15, 2010
. ...hunger!
C, el chileno, afeitaba sus pelotas ya de por si tan suaves, tan dúctiles, pese a que su cuerpo lampiño ofreciera al tacto la caricia relente y dura del océano. Sentado su zona lumbar se relajaba, volviéndose un muro infranqueable de pie, y así su espalda parecía encorvarse bajo el peso de los omóplatos y el vientre se adelantaba terso y los codos retrocedían como si las manos tomaran su pecho en el transcurso de un lance patético irreconocible. Sus labios grandes y levemente irregulares, más lobulados hacia su lado izquierdo. La nariz ligeramente torcida, había recibido el impacto de una lata de conservas hacia los catorce o quince años, dejándole una imperceptible depresión también en el lado izquierdo. A pesar de estas dos pequeñas irregularidades, junto un invisible desplazamiento de la musculatura facial, su cráneo resultaba una estructura bastante armónica. Unos ojos brunos, pequeños y afligidos sostenían un par de cejas altamente pobladas y rectas de las que emergía una frente cuya piel, sin apenas arrugas de expresión, era más clara que en otras partes de su cuerpo. Me gustaba besar su frente y sentirla tirante y fría bajo mis labios, mientras él sostenía mi cuerpo indiferente, me hacía recordar el tacto de aquella especie de pelota suiza con manguitos con la que me entretenía a los ocho años en el pasillo de casa, durante aquellos momentos de goce solitario en los que me cuestionaba si podría haber nacido en otra familia o simplemente no haber nacido en absoluto, si podría haber nacido chica o chico, o qué era aquello de la “hiperplasia adrenal congénita” (ya por entonces mis padres habían comenzado a infligirme una intensa terapia quirúrgica y hormonal). Yo me lo tomaba como un juego, un juego de médicos. Mi adolescencia fue un oasis de ardor en mitad de una pista de hielo; mi infancia un largo escalofrío.
Él nunca me acariciaba los senos a pesar de que me los había operado recientemente. Cuando follábamos le gustaba cruzar mis piernas a la altura de los tobillos entre sus manos y sostenerme con el brazo alzado en cada una de sus envestidas. Sólo me follaba analmente. Me gustaba sentir cómo me punteaba rápidamente y luego, casi de aguinaldo, su polla irrumpía ávidamente provocándome deliciosos espasmos para luego explorar mi interior con tranquilos movimientos circulares. Me abría entonces de piernas ampliamente o levantaba la pelvis a la altura de su cintura y dejaba que él disfrutara mirando su polla entregada al vaivén de los acontecimientos; sonreía como un niño y alargaba su mano hacia el bote de popper, que en grandes dosis me producía ataques de risa incontrolables, con el que tan fácilmente nos abandonábamos al olvido ondulado de colocón y sábanas. El sexo era para nosotros algorítmico. El ritmo cardiaco asciende y desciende como ondas en un estanque, como el cableado eléctrico visto durante un viaje en tren. En ese momento no se buscan las partes amadas del otro; se olvidan los pliegues predilectos, el aroma de ingles y axilas, flores oscuras, filamentosas, labios que se cierran una noche de golpe, escudos en alto, con sus espadas de media luna. Una mañana, como en el cuento de Caperucita y el lobo, mientras me penetraba por detrás, sintiéndome despojada ya de todo beso o caricia, pensé en comérmelo. La indecisión dió paso al hambre, a un hambre pertinaz.
Hoy he visto sus pelotas brillar bajo la luz mortuoria del baño, la cuchilla las rasuraba con instruida solemnidad. No estoy capacitado para mantener una relación, mira cómo te trato, me dice. Y yo me quedo despoblada con mis ojos de vaca india, porque creo que estoy enamorada de su carne y no es cuestión de alucinación metafísica, no es cuestión de Descartes ni de Barthes, porque eso sería producir una esfera de pensamiento en la que sólo cupieran los serafines colgantes de la catedral de Sofía. Él prosigue: lo que pueda sentir hacia ti no tiene importancia, no mueve montañas, no me va a ayudar a dejar de fumar. Pienso en sus pelotas rasuradas y lo difícil que es masticar un escroto en crudo, sin cocinar.
Me llamo Auxilio Betancourt y, aunque soy española, soy la madre de la gastronomía argentina. Mi sexo se dejó los dedos en el hogar de los sacrificios humanos. Yo los conocí a todos y todos me conocieron a mí.
Saturday, January 30, 2010
Ripping Esther
La pista de aterrizaje brilla bajo la luna, me protejo los oídos del agudo tropel que sale disparado de las turbinas. Mis ojos no son mis ojos, son las caricias de un desconocido a un perro que muerde las violetas con el morro lleno de babas verdes. Mis ojos están en Leipzig, mis ojos están aún en el restaurante Agripina de Gottschedstrasse. Mis ojos absortos, escurridizos, cercenados y expósitos en un vaso de agua de vichy. Un viento acerado y frío pasa a través de mi cuerpo: mi cuerpo oscila como una tela de araña.
Son las once y media de la noche. Me doy prisa para no coincidir con la clase turista. El cumplimiento de la ley no exime del pecado que supondría apagar el último de mis cigarrillos egipcios. Espero bajo el monitor de información, apoyada en mis muletas. El bucle de la cinta transportadora parece haberse estabilizado en una bolsa de mano naranja fosforito bastante manoseada y un guante olvidado por algún operario. No sé por qué me empeño en empaparme del momento en que despegamos de Berlín y vimos sus luces ocres especular sobre el ala del avión. Vuelve a invadirme una subterránea necesidad de lagrimeo. Mi encuentro con Angelina ha sido más fructífero de lo que nunca hubiera imaginado, para ser ésta una estrella octogenaria, acabada y reanimada para la posteridad del olvido. Nuestra conversación ha llenado el abismo de silencio que acompañó a Esther en los últimos años de su vida. Qué cutre es todo en el sur de Europa. A una le entran ganas de exiliarse a Ganímedes junto a las azafatas. Aparece en escena la agente de vuelo Genuflexa Williams, como una hierofanía, con su unánime ojo, pues sólo tiene uno, justo encima de la nariz afilada (la línea de maquillaje que lo subraya comparte escrupulosamente el mismo tono verde clínico que da color a sus labios y a su vestido). Declama que lo siente muchísimo, que mi equipaje fue enviado por error a París, la ciudad del amor, y que por favor la acompañe a la ventanilla de ventas de Iberia, donde está a punto de comenzar la representación de una obra teatral.
Pero algo en su voz ha traspasado los límites de la generosidad, algo en su voz la ha delatado, un crujir, un "amago de", un rumor aguamarino y verdoso de roquedal, y muchos años, cientos de años, miles de años a pie de barra en antros y tugurios públicos y privados de todo el espacio abierto internacional; un pequeño sofoco, casi un resuello, me ha dejado bien claro que me olvide de tomar mi próximo vuelo; algo en su voz me ha gritado vete, corre, escóndete, olvídate de tus cosas, tus cosas no son tus cosas, son los cosos y cosas de la vida, deseosa de ti misma. En mi cabeza decenas de taxis han atravesado la ciudad hacia destinos improvisados, hacia destinos dadá, hacia hostales alejados de las cámaras de seguridad que agobian el centro. La vida siempre vuelve preguntando por sus cosas, ¡huye!
Wednesday, November 11, 2009
neoplatonic kryptonite
Monday, October 19, 2009
nota de suicidio de la señorita rottenmeyer
hay un atardecer sin coberturas,
una burbujeante cuerda floja, una
verga inmóvil que todo lo ve.
su imparcialidad (la de los muertos) fue puesta en duda
por los observadores internacionales, enemigos
de la poesía, que dieron por válidad su quietud,
aunque reprobaron la usura de su lenguaje
(una jerga en cuyo interior germinaban todas las ruinas),
era, decían, una lengua ajada, sin saber que
su lengua sería la guillotina.
libros sociales que evitan hablar de política
apabullan a las minorías de furgonetas blancas
(soñé que te buscaba
a través de azoteas llenas de inquietud
y desde la orilla de un tejado te veía
abajo, en la ventana
colocando escarcha y adornos de navidad
en la vida real están todas las caídas
todos los partes médicos
todas las enfermeras
bajo mis párpados somnolientos está Ad Dammam
soñé que me llamabas desde allí
con esperanza y sin ella
que, entre risas, me contabas
cómo era el mar, que habías soñado
que un mono gigante te perseguía
a través de terrazas y azoteas interminables
que volabas sobre los tejados
y que a la orilla de uno me encontrabas
inacabada y fría
como un bosque).
tantos atardeceres ideales, ¡tanto durkheim!
cuando lo que necesito son
cortisona y besos.
Labels: movimientos:perpetuos
Saturday, June 20, 2009
die glückliche Hand (la mano feliz)
Thursday, May 28, 2009
Nuevas Sagas Literarias
Monday, March 30, 2009
"Mujeres estúpidas" (Esclavitud Gabali)
"Mujeres estúpidas"
Editorial Ilíada
192 páginas 18.95 €