nota de suicidio de la señorita rottenmeyer
hay un atardecer sin coberturas,
una burbujeante cuerda floja, una
verga inmóvil que todo lo ve.
su imparcialidad (la de los muertos) fue puesta en duda
por los observadores internacionales, enemigos
de la poesía, que dieron por válidad su quietud,
aunque reprobaron la usura de su lenguaje
(una jerga en cuyo interior germinaban todas las ruinas),
era, decían, una lengua ajada, sin saber que
su lengua sería la guillotina.
libros sociales que evitan hablar de política
apabullan a las minorías de furgonetas blancas
(soñé que te buscaba
a través de azoteas llenas de inquietud
y desde la orilla de un tejado te veía
abajo, en la ventana
colocando escarcha y adornos de navidad
en la vida real están todas las caídas
todos los partes médicos
todas las enfermeras
bajo mis párpados somnolientos está Ad Dammam
soñé que me llamabas desde allí
con esperanza y sin ella
que, entre risas, me contabas
cómo era el mar, que habías soñado
que un mono gigante te perseguía
a través de terrazas y azoteas interminables
que volabas sobre los tejados
y que a la orilla de uno me encontrabas
inacabada y fría
como un bosque).
tantos atardeceres ideales, ¡tanto durkheim!
cuando lo que necesito son
cortisona y besos.
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