l'abîme des oiseaux

Como una espiral de humo llegó el párroco y ordenó que la ataran a la cama. Las mujeres corrían por toda la casa acarreando muebles que luego apilaban a las puertas del patio. Se había dislocado un hombro al intentar saltar por la ventana y tenían que curarla. Una vez atada, empezaron a afeitarle la cabeza. La abuela lloraba sentada en la esquina del recibidor. Sabía que estaba allí, ya la había visto antes, aunque ahora tenía la cabeza inmovilizada y únicamente podía ver las grietas en el techo y la marca que dejó el rayo al caer sobre el tejado. Antes de quedar dormida, pudo escuchar el sonido ristroso de una cremallera, un tintineo como de cristales y, por último, el legajo de metales quirúrgicos que alguien iba colocando sobre la mesita. Cuando despertó, intentó abrir los ojos en vano; tan sólo pudo escuchar el canto de los pájaros.
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