A último momento intentó corregir la dirección del coche, pero fué solo por inercia. Por nada del mundo borraría de sus recuerdos ese instante sublime en el que mamá dejó de insultarlo y su boca carmesí dibujó una O perfecta, y los ojos pequeñitos detrás del grueso del maquillaje se fueron abriendo cada vez más, y más, y pareció que iban a salírsele de las órbitas. El asombro le abrió la puerta al horror, y mamá comenzó a gritar, y su chillido fué agudo como el de un cerdo apenas siente el frío del metal atravesando su carne. Siguió acelerando, cada vez más a fondo y sin mirar el camino delante. Solo quería mirarla a ella, y la desesperación granguiñolesca que se apoderaba de todo su cuerpo enjuto. Estaba seguro de que mamá jamás había imaginado algo así. El viento que entraba por la ventanilla estuvo a punto de volarle la peluca, y él lanzó una carcajada que considerando la situación sonó funesta . Entonces ella desvió los ojos de la ruta, y encontró los suyos, y le suplicó piedad. Ese gesto de piedad que en cuarenta años jamás le había concedido. Por eso a último momento intentó corregir la dirección del coche, pero fué solo por pura inercia. Sabía que era demasiado tarde para corregir cualquier cosa.Labels: deconstrucción:de:maman
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