lost and found (rumba nostálgica)

Las fiestas del Corpus también en la Chana
"En Granada hay gente muy mala. Yo he estado en el talego siete años, estás tú uno y te mueres allí. Dame un cigarro. Dame dos euros que tengo la moto sin gasolina. Mira los tatuajes que tengo, del talego. Siete años he estado. Espérate que pongo gasolina a la moto y te llevo a la Chana. Toma el cigarro que nos vayamos a pegar fuego." Han encendido las luces del Ferial de Almanjáyar. El ayuntamiento se ha visto obligado ha fletar un servicio de autobuses. Los trabajadores de la empresa de transportes de la ciudad que deberían cubrir el servicio, están en huelga. El precio del billete, ostensiblemente más caro. La luz, el bullicio y la fiesta se instalan en Almanjáyar. También el control policial. El despliegue de efectivos de la Policía Nacional, lecheras y caballos incluídos, mantiene la seguridad de los ciudadanos y ciudadanas. Por la tarde, parte del efectivo se encontraba distribuido alrededor de la plaza de toros, donde también se celebra el Corpus, con un "cartel de lujo". Con la ocupación de Almanjáyar, toda una manada de criaturas nocturnas, habitantes de la zona, se desplazan a zonas más apartadas de los alrededores. "¿Por qué corrías?, ¿crees que te iba a robar?, si quisiera robarte te hubiera sacado esto", mostrándome un destornillador, "sólo quiero que me des un euro para poner gasolina a la moto. ¿No tienes dos euros más?" Dos euros y treinta cuatro céntimos. Al final, han terminado por quitármelos. He salido de casa a eso de las doce, y al empezar a subir hacia Villarejo, un gitano que iba con otro me ha pedido, de lejos, un cigarro. Al acercarme, los dos se han abalanzado sobre mí, uno marcándome con un destornillador, el otro, con una pistola, probablemente de juguete, aunque metálica de todos modos. "Dame todo lo que tengas o te pego un tiro". Me ponen las manos en el bolsillo, uno saca mi móvil, el otro me obliga a sacar el dinero de la cartera. Dos euros y treinta cuatro céntimos. Se los pongo en la mano. El otro me devuelve el móvil. "Déjalo, que no tiene nada, pobrecico, déjalo." Me piden disculpas ambos, un par o tres de veces. Me devuelve las monedas. "Pobrecito, que susto se ha pegado." Ni las monedas han querido. Me alegro de seguir sin renovar mi móvil, a pesar de que cada semana recibo mensajes de mi compañía telefónica, convenciéndome de que tengo móviles de última generación por 0 euros esperando en mi tienda más cercana. Es mi recompensa por cumplir el contrato de 18 meses de permanencia. He vuelto a casa a eso de las dos. Al llegar al cruce de Villarejo, un gitano me ha gritado desde la otra acera. He arrancado a correr, pero al cruzar Camino de Ronda, venían coches, y he tenido que esperar. Me ha alcanzado en seguida. Hemos compartido el cigarro, ha puesto gasolina y me ha acercado a la Chana. "Déjame el móbil para hacer una llamada." Primero le digo que no, luego que no tengo saldo. Se ha alejado zumbando con su moto sin decir nada. En Granada hay gente muy mala. La empresa de transportes, coincidiendo con la huelga de sus trabajadores, ha incrementado un diez por ciento el precio de sus billetes.
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