"Los Troncos,1978"

La habitación está en penumbras. Algunos rayos anémicos de luz se cuelan entre las rendijas de la persiana. La mañana es fresca y los arbustos susurran en el jardín, mecidos por el viento marino. La cama es demasiado baja. La colcha esta desgastada, las sábanas percudidas asoman por los costados. Sobre el cabecero hay una gran mancha negra y cuadrada, donde antes supo estar el retrato de rigor que nadie se ocupó en descolgar y que quizás se haya caído de puro aburrimiento, como si el aburrimiento fuese una cualidad física y estuviese sometido a las leyes de causa-efecto. Las botellas de perfume vacías y rajadas se acumulan sobre la cómoda, junto a un cepillo que ya nadie usa, cubierto de pelo enmarañado. Hay una opacidad secreta mudando el aspecto de las cosas, el desgaste elíptico de los años, los tiempos muertos y los silencios esqueléticos...La recámara nupcial es ahora una tumba, el destino final de los amantes, el polvo que cobija un secreto a media voz, el epitafio.
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