Les Barricades Hystériques

Mamàn, c'est seulement dans la tête. Mamàn, c'est moi aussi.
Jean Marie Sartre
Jean Marie Sartre
Cuidé de Mamàn durante los últimos (y más cruentos) años de su vida. Su familia le había asignado un bonito y aséptico apartamento en las afueras de Paris, en un suburbio llamado Boucherons sûr Seine. Allí la habían depositado, junto a su colección de objetos perdidos y recuerdos gloriosos e infames. Su hija mayor, una prestigiosa abogada trabajando para una firma de hidrocarburos en Lyon, me contrató para hacerme cargo de Mamàn por un período de tiempo inicialmente breve, que luego se extendería por dos años y medio. Me faxeó una hoja con instrucciones puntuales sobre su aseo, el estricto regimen de comidas que debía cumplir a rajatabla, el arsenal de medicaciones a ser traídas desde una filial farmacéutica en Frankfurt, y decenas de recomendaciones y notas al margen, algunas de ellas muy curiosas por cierto. Aún recuerdo sus garabatos...:
"No la exponga al sol por más de 15 minutos diarios, no le dé de comer después de la medianoche, y sobre todo, jamás le lea a Pynchon, ni mucho menos a Borges. Le causan un prurito incontenible. Borges puede incluso llegar a causarle almorranas".
Nada me dijo de su declarada fama como la mejor poetisa sudamericana de posguerra, ni de su protagonismo decisivo en el nacimiento de la nouveau roman como poderosa musa inspiradora, ni de sus amores tempestuosos con afamados intelectuales de la época...
Una vez solos, la indiferencia primó en nuestro contacto durante los primeros meses. Siempre que me acercaba a hablarle, ella solo se limitaba a quitar pelotillas de su jersey raído o a mirar distraidamente el tráfico agolpándose sobre la Avenue Le Clychy. Pero yo sabía que ella estaba ahí, que detrás de esa máscara inerme y cerosa bullía una inteligencia ladina, implacable, capaz de conducir a un hombre a las puertas de la insanía, el temple de la auténtica zorra que había sido durante toda su vida.
continuará...
"No la exponga al sol por más de 15 minutos diarios, no le dé de comer después de la medianoche, y sobre todo, jamás le lea a Pynchon, ni mucho menos a Borges. Le causan un prurito incontenible. Borges puede incluso llegar a causarle almorranas".
Nada me dijo de su declarada fama como la mejor poetisa sudamericana de posguerra, ni de su protagonismo decisivo en el nacimiento de la nouveau roman como poderosa musa inspiradora, ni de sus amores tempestuosos con afamados intelectuales de la época...
Una vez solos, la indiferencia primó en nuestro contacto durante los primeros meses. Siempre que me acercaba a hablarle, ella solo se limitaba a quitar pelotillas de su jersey raído o a mirar distraidamente el tráfico agolpándose sobre la Avenue Le Clychy. Pero yo sabía que ella estaba ahí, que detrás de esa máscara inerme y cerosa bullía una inteligencia ladina, implacable, capaz de conducir a un hombre a las puertas de la insanía, el temple de la auténtica zorra que había sido durante toda su vida.
continuará...